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Cerro, Glaciar y Laguna Torre, El Chaltén (Argentina) / Foto: Melissa Gold P. |
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Hace un par de meses tuve la gran suerte de viajar por algunos hermosos parajes de la Patagonia Argentina. Si bien el viaje estuvo lleno de hermosos paisajes, hubo algo que llamó poderosamente mi atención.
Catorce años antes, mi guía en la caminata a la Laguna Torre, había llegado a la zona con un grupo de amigos. Según me contó, en ese entonces sólo existían el cerro y el glaciar Torre, no existía ninguna laguna a los pies de estas maravillas. Sin embargo, menos de quince años más tarde, frente a nuestros ojos se extendía una hermosa y enorme laguna, bloques de hielo de los naturales desprendimientos del glaciar flotaban sobre ella.
Si esto pasó en menos de dos décadas... ¿Cómo se verá esta zona en los próximos veinte años? ¿Subirá drásticamente el nivel de la laguna? ¿Quedarán sólo algunos vestigios del antes magestuoso glaciar? ¿Será posible visitar este lugar maravilloso?
El glaciar Torre es otro de los glaciares del mundo que se encuentran en retroceso, en balance negativo... En otras palabras, se desprende y derrite hielo a mayor velocidad del que se vuelve a producir.
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Deshielo Glaciar en Laguna Torre, El Chaltén (Argentina) / Foto: Melissa Gold P. |
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Allá por 1837, el suizo Louis Agassiz lanzó su teoría. Ella decía que "las formas actuales del paisaje habrían sido provocadas por antiguos glaciares en movimiento", desestimando la teoría del diluvio universal, aceptada como verdad hasta ese momento. Según esta teoría, los glaciares habían formado los valles, erosionado las montañas y excavado territorios inmensos.
Hoy se sabe que el hielo de los glaciares no es más que la compresión de la nieve por efecto de su propio peso. Siguiendo esta lógica simple, para que se forme un glaciar o uno existente renueve sus hielos, es fundamental que la cantidad de nieve caída en determinada zona a lo largo de determinado periodo sea mayor a la derretida. Esto depende en gran medida de la temperatura del lugar, altura, presión atmosférica, etc.
Es natural que a medida que se acumula la nieve y va ejerciendo presión, el glaciar empiece a moverse. Ríos internos van creando grietas que luego provocan la ruptura de enormes masas de hielo, dando lugar a nuevas formaciones. Lo curioso de los últimos años es que la mayoría de los glaciares estudiados han sufrido un retroceso preocupante y no han recuperado su volumen.
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Glaciar Piedras Blancas, El Chaltén (Argentina) / Foto: Melissa Gold P. |
Cerca del 97% del hielo del planeta está concentrado en la Antártida (84.5%) y Groenlandia (12%), concentrando el 98% de las reservas de agua dulce del planeta entero.
Desde los años 80 el retroceso de los glaciares se ha acelerado tremendamente si lo comparamos con otros periodos de la historia. Los glaciares del Monte Kilimanjaro disminuyeron un 73%, el mayor glaciar del Monte Kenia perdió un 92% de su masa. De los 27 glaciares documentados en España en 1980, hoy sólo existen 13.
El 71% de los glaciares tropicales del mundo se encuentran en el Perú, se estima que un 22% de la superfiecie de estos glaciares desapareció en los últimos 30 años. Y los ejemplos se siguen sumando, uno tras otro de manera preocupante.
¿Y por qué es preocupante? Pues porque las reservas de agua del planeta van decreciendo, se incrementa el riesgo de aluviones y derrumbes debido a nuevas lagunas que se forman en zonas de alta montaña y porque todos estos cambios de alguna manera afectan también el clima de diversas zonas.
A pesar de lo que creen los escépticos, la gran evidencia visual que se ha registrado en el último par de siglos debe ser considerada como mínimo, como digna de estudio o como mínimo de observación.
Para mi fue muy claro, algo está pasando y no es nada bueno. Quizá si ponemos de nuestra parte y aprendemos un poco más al respecto, seremos capaces de entender mejor la situación, cambiar pequeños hábitos que aunque no parezcan de mucha ayuda, podrían significar un inmenso y positivo cambio si más y más gente toma conciencia y valora lo que todavía nos da la naturaleza.